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Limpiezas dentales y chequeos regulares: el escudo invisible que pocos usan

abril 15, 2025

Luis Eduardo tiene 29 años y, hasta hace poco, nunca había ido al dentista. “Siempre me lavé los dientes, ¿qué más se supone que uno debe hacer?”, dice mientras espera turno en una clínica móvil del sector La Zurza. Lo que no sabía es que el sarro acumulado durante años le había provocado una gingivitis que ahora requiere tratamiento.

Historias como la suya son más comunes de lo que se cree. En muchos hogares, la visita al odontólogo solo ocurre cuando el dolor ya no deja dormir, cuando la hinchazón es evidente o cuando el diente está prácticamente perdido.

Pero la verdad es otra: las limpiezas dentales y los chequeos regulares son la barrera silenciosa que puede evitar problemas mayores.

¿Qué es una limpieza dental y por qué no basta con cepillarse?

Una limpieza dental profesional va mucho más allá del cepillo de casa. El odontólogo utiliza instrumentos especiales para eliminar:

  • Placa bacteriana acumulada.
  • Sarro que se adhiere al diente por debajo de la encía.
  • Pigmentaciones provocadas por café, tabaco o alimentos.

La doctora Mariel Tolentino, especialista en higiene bucal, lo explica sin tecnicismos: “Lo que no ves también te enferma. Hay bacterias que se meten entre la encía y el diente, y el cepillo simplemente no llega ahí”.

Después de una limpieza, muchas personas notan que las encías dejan de sangrar, el aliento mejora y los dientes se ven más claros, incluso sin blanqueamiento.

¿Cada cuánto tiempo se debe hacer una limpieza?

La recomendación general es una cada seis meses, aunque en personas con condiciones específicas (como diabetes o enfermedad periodontal), puede requerirse más frecuencia.

Pero más allá de la limpieza en sí, esos chequeos semestrales permiten al odontólogo detectar problemas que aún no han dado la cara: una caries incipiente, una muela del juicio mal posicionada o incluso lesiones sospechosas que podrían ser pre-cancerígenas.

¿Y en niños, cuándo se debe comenzar?

“La salud bucal empieza desde que sale el primer diente”, insiste la doctora Tolentino. A partir de ahí, se recomienda llevar al niño al dentista cada seis meses. No solo para revisión, sino para que desarrolle confianza y aprenda que el cuidado oral no es algo que se hace solo cuando hay dolor.

Además, la infancia es el momento ideal para corregir hábitos como chuparse el dedo, usar el biberón por la noche o respirar por la boca, que pueden afectar la mordida y la posición de los dientes.

Una visita que puede cambiarlo todo

Jorge, un joven motoconchista de Villa Mella, cuenta que su primer chequeo fue por casualidad. “Fui acompañando a mi hermana, y la doctora me dijo: ‘ya que estás aquí, ¿quieres que te revise?’. Y fue la mejor decisión. Tenía una infección en la muela de juicio que no sentía… pero que ya estaba afectando el hueso”.

Historias como la de Jorge muestran que no siempre el cuerpo avisa con dolor. A veces avisa con silencios. Y esos chequeos que muchos ven como innecesarios pueden ser la diferencia entre conservar una pieza dental o perderla para siempre.

Las limpiezas y chequeos no son un lujo. Son un acto de prevención, cuidado y amor propio.

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